Volando de regreso a casa, después de dejar a Islandia con todas sus
historias de Vikingos, paisajes surrealistas, edificaciones hermosas, muchas de
ellas estilo chalet suizo, iglesias luteranas y tantas otras bellezas más,
recordé con mucha gratitud la manera como conseguí hace tiempo superar, entre
otros miedos, el miedo a volar.
Han pasado más de 25 años desde que, por mi trabajo, debía desplazarme a
varias ciudades de Colombia para asistir a encuentros y convenciones. Esto me
representaba tomar un avión frecuentemente.
En los primeros viajes de aquella época, se adueñaban de mí infinidad de
manifestaciones de pánico que me sobrevenían cuando se cerraba la puerta del
avión.
Normalmente pedía que me dieran un asiento al lado del pasillo, ya que siempre
estaba aterrorizada. Me daba taquicardia, sudaba frío, me descomponía física y
emocionalmente.
La continuidad de los viajes me obligó a ponerme frente al miedo que me
acechaba en esas ocasiones. Recuerdo haberlo pensado en serio y haberme dicho a
mí misma: "lo voy a hacer, así sea con miedo". Voy a aprender a controlar
esta emoción aflictiva que me limita y que obstaculiza mi crecimiento y
desequilibra mi estabilidad.
Así que fui realizando un proceso gradual frente al miedo a volar en
avión. Acudía a recursos como encontrar con quien conversar inmediatamente se cerraba
la puerta, hacer procesos de meditación, o de atención plena, y todo lo que
estuviera a mi alcance. Lo fui venciendo y transformando el volar en una
pasión.
Desde hace varios años disfruto muchísimo de los vuelos en avión. Siempre
elijo asientos con ventanilla. Ahora me encanta mirar desde las alturas la
belleza del firmamento, los paisajes y las ciudades.
Creo, por estas experiencias vividas, que siempre es posible vencer
nuestros propios miedos, o al menos minimizarlos. Estar libre de ellos es
quitarse los límites que ellos nos generan. Es encontrarse con la mejor versión
de uno mismo, y darse la oportunidad de adentrarse en la aventura de vivir de
manera plena.
Te propongo ahora como RETO: Primero, identifica tus
miedos y escríbelos con sus características en una carta que te escribas a ti
mismo, haciéndote una promesa amorosa de comenzar a vencerlos poco a poco.
Segundo, realiza aquello a lo que temes hasta que lo puedas dominar. Tercero, aprende
lo que el miedo te está enseñando. Cuando lo hagas, el miedo habrá disminuido
hasta su mínima expresión, porque el miedo nunca desaparece del todo. Cuarto: Disfruta
tu nuevo estado de armonía y felicidad. Has salido una vez más vencedor de ti
mismo.
Cierro esta reflexión compartiendo contigo una frase que he adoptado y
ha marcado mi vida “EL CONTRARIO DEL AMOR ES EL MIEDO”. Así que
vencer el miedo es también poder disfrutar del AMOR en toda su extensión
y permitirle que inunde tu vida, dándole más sentido y significado.
Con Amor,
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