Ver
las auroras boreales es el anhelo de muchos seres humanos. La noche anterior a la
finalización de nuestro viaje a Islandia, previo al regreso a mi hermosa
Colombia, de parte de mi hijo nos llegó la invitación a participar del «tour de
auroras», una inversión más por hacer, pero valía el esfuerzo queriendo verlas
en esta ocasión en todo su esplendor.
Ya
las habíamos visto hace varios días. La emoción había sido inmensa, nos
abrazábamos y llorábamos por el magnífico regalo del universo. Todas sus tonalidades
verdes reflejadas en un cielo despejado, aunadas a una magnífica luna creciente
y a unas estrellas doradas y brillantes que hacían parte de este paisaje
estelar, nos dejó sin aliento y con la certeza de que algo así era difícil
volver a ver. Sin embargo, queríamos más, queríamos esta noche ver su danza en
todo su esplendor. Así que unos pocos viajeros, 6 de 40 valientes, aceptamos la
invitación.
Hora
9:30 pm a 12:30 pm, vientos de 40kms/h, con temperatura de un grado centígrado,
y una percepción corporal de menos dos grados. Las condiciones eran exigentes,
más para quienes venimos del trópico. Así que, como mínimo con cinco capas de
ropa, logramos lanzarnos a esta fría aventura.
A
estas alturas de la historia te estarás preguntando ¿y lograron verlas? Después
de ir a varios sitios que hacían parte del «tour de auroras» logramos ver lo
mínimo de lo que habíamos imaginado. ¿Qué se debía sentir en ese momento?
¿Frustración, molestia o tristeza? Yo ya había decidido estar tranquila independientemente
del resultado.
El
premio al esfuerzo lo vi reflejado en la cantidad de bonitos resultados que ya
había recibido durante todo el viaje. Ver las primeras auroras boreales que
estuvieron hermosísimas, ballenas, focas, la nieve cayendo sobre mí mientras
bailaba, además de las más espectaculares cascadas, los volcanes más
insospechados y, en general, un país al que le puse la etiqueta «ASOMBROSAMENTE
BELLO»
Además
de todos esos regalos recibidos encontré uno, ya no afuera, sino dentro de mí. Me
había retado a vivir una experiencia muy fría y lo había logrado, había
conseguido ir más allá de mis capacidades físicas y también emocionales, al
poder manejar de manera tranquila la frustración de la última noche, es decir,
había llevado mi ser a otro nivel.
Toda
esta anécdota me ha hecho pensar sobre la vida en general. Es una secuencia de
anhelos, señales, acciones, superación personal, ajustes, logros alcanzados,
lecciones aprendidas y mucha, mucha gratitud.
El RETO que te propongo entonces es: Primero: Ponte
metas u objetivos que sean cumplibles para alcanzar tus sueños. Nunca dejes de
soñar. Segundo: Una vez que hayas convocado lo que deseas, comienza un plan de
acción y mantente muy atento a las señales que te da la vida, ajusta tu plan y
continúa tu camino. Tercero: Agradece por cada señal y por cada logro-milagro
que hayas alcanzado, la vida estará atenta y te seguirá enviando más de lo
mismo hasta que alcances lo que anhela tu alma.
El
mensaje que me llega al corazón y que comparto contigo es, sigue soñando y
esforzándote por lo que quieres alcanzar, puede que lo logres o tal vez no. Lo
realmente importante es que estarás obteniendo una mejor versión de ti mismo, y
esa es la mejor recompensa que puedes recibir.
Con
Amor.
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