Cuando estaba lavando la vajilla, o los platos como lo
decimos aquí en Pereira, aunque no lo creas, también soy ama de casa y eso sí,
ama de casa feliz. Me di la bonita oportunidad de sentir de nuevo el agua que
corre por mis manos, de sentir su frescura y darme cuenta lo afortunados que
somos al tenerla y en abundancia.
Percibir sensaciones tan sencillas, darme cuenta de que están
ahí para mí como un regalo, me lleva a reflexionar que así es la vida, un
cúmulo de experiencias sensoriales que producen en mí variadas emociones.
Sería bueno revisar qué
tipo de emociones son las que más generamos. Pareciera que son las aflictivas:
el miedo, la ira y la tristeza, en cualquiera de sus manifestaciones. Una forma
de comprobarlo es revisando el tipo de pensamientos negativos que tenemos en un
día. Y recuerda que los pensamientos producen las emociones.
¿Te has visto alguna vez en estado de molestia
porque algo te huele o sabe mal o porque lo que ves no te gusta, entre otras reacciones
cotidianas? ¿Cuántas veces nos encontramos con nosotros mismos felices por el
buen olor que hay, o simplemente porque no lo hay, o por aquel cuadro hermoso
que tenemos colgado en nuestro comedor desde hace tiempo y que ahora
descubrimos de nuevo?
Cada vez que nos alimentamos con una experiencia sensorial,
la que sea, la digerimos y nos nutrimos de ella haciéndola parte de nosotros
para luego compartirla como energía con otras personas.
¿Qué tipo de experiencias
sensoriales estamos ingiriendo? Ellas, y lo que nos hacen sentir, positivo o
negativo, son lo que guardamos en el único equipaje que nos llevaremos al pasar
a la otra orilla.
Yo he decidido cargar en
mi mochila las mejores, las más bonitas y reconfortantes, aunque a veces, les
confieso, a mí también se me cuelan las negativas. Cuando caigo en cuenta
decido desecharlas y hacer de ellas un motivo más de crecimiento.
EL RETO que te propongo para esta semana es, primero: Toma la
decisión de centrar tu atención en las cosas, situaciones y personas que te
generen sensaciones positivas y significativas. Segundo: Aquello que te genere
situaciones aflictivas, resuélvelo “sin prisa pero sin pausa”, evitando generar
pensamientos recurrentes sobre ello. Libérate de engancharte emocionalmente y
aprende mucho de esa situación para evitar que te siga sucediendo. Tercero:
Agradece a la vida y a nuestro buen Dios por regalarte luz suficiente día a día,
para identificar cada experiencia que te regala, recordando que cada una de
ellas trae consigo una BENDICIÓN o una LECCIÓN.
Llenar tu espíritu de experiencias reconfortantes, te permite
vibrar en altas frecuencias que atraen lo más positivo para tu existencia y
compartir con los demás la mejor versión de ti mismo.
Con amor,
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