Días
antes de culminar nuestro asombroso viaje por Islandia, el país nos regaló lo
que faltaba en cuestión de experiencias climáticas, así que llegando de nuevo a
la capital Reikiavik, después de hacer el CÍRCULO DORADO, es decir la vuelta
completa alrededor de la isla, nos vimos en medio de una gran nube negra,
teníamos por lo menos 1 grado de temperatura, y vientos fuertes hasta de 35
km/h con lluvias pertinaces, todo confabulado para convertir en un gran reto
nuestro penúltimo día en el país.
Fuimos
a almorzar y a resguardarnos del frío. La mayoría pensó en no ir a los
acantilados, yo era una de ellas. No me imaginaba bajando por un acantilado en
tales condiciones climáticas. Estábamos más motivados por ir a ver las focas.
Nos
desplazamos hacia el bus y a los pocos minutos escampó. El guía completó el
cuadro favorable, brindándonos una completa y cautivadora información sobre el
lugar original a visitar. Con estos dos factores jugando a nuestro favor,
cambiamos nuestra decisión y nos animamos a ir a conocerlo, dispuestos a
recibir una sorpresa más. Una belleza de acantilado nos esperaba, había dos
miradores para disfrutar de espectaculares vistas, así que nos tomamos las
fotos en paisajes que ya había visto en documentales de YouTube y que jamás
imaginé ver en la realidad.
Más
adelante, sin embargo, tuvimos también la oportunidad de ver la danza de las
focas, las que nos dieron una festiva bienvenida y nos alegraron con sus
divertidos movimientos en el agua.
Mientras
continuábamos el viaje, estas experiencias me llevaron a pensar sobre la
cantidad de conflictos que podríamos evitar si sólo escucháramos con atención a
ese otro tan importante para nosotros, pero a veces tan desatendido. Cuántas
veces te has visto tú, y me he visto yo, diciendo: “Yo ya te lo había dicho…”
Este tipo de expresiones, unidas al sentimiento que produce el no ser tenidos
en cuenta, produce deterioro en las relaciones. Un deterioro que sería fácil de
sobrepasar y transformar en la alegría si pudiéramos contar para el otro, y que
el otro cuente realmente para nosotros.
En
un artículo anterior compartía la importancia de recibir, como si fuera un
regalo, la información que el otro tiene. Y la respuesta asertiva que damos
como otro regalo, para finalmente convertirla en una fiesta de regalos en la
que todos nos sentimos felices y realizados en una COMÚN UNIÓN.
Tal
vez, si hoy decidiéramos conceder toda la importancia al otro, y a lo que tiene
para decirnos, pasaría como me sucedió a mí en los acantilados, recibiríamos
sorpresas insospechadas que el otro, o la vida, tiene para obsequiarnos,
haciendo posibles estos significativos acontecimientos en nuestra vida.
Lo que te propongo y que me animo a proponerme a mí misma es: Primero: Recibe toda la información que te están obsequiando, impidiendo que el ego, queriendo tener siempre la razón, la rechace. Segundo: Evalúa el mensaje que te dan y quédate con lo mejor de él, con aquello que te signifique más valor y sentido y, por último, agradece el aporte recibido tanto de quien te la regaló, como de la vida misma, por hacer más grande tu verdad.
Al
final de cuentas somos la suma de verdades de todas las personas que han
llegado a tocar nuestra vida, entonces escuchémoslas y recibámoslas con
atención y gratitud.
Con Amor,
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